Por Fabio Centruión
La sociedad de hoy en día no es la misma que hace 20 o 30 años atrás. Debido a necesidades económicas, cambio cultural obliga a la mujer a doblegar esfuerzos al momento de cumplir el rol de ama de casa, atender a la familia y principalmente alimentarla. En la mayoría de los casos, ya no es como era antes. Los alimentos elaborados, con horas de preparación y de cocción, como "la receta de la abuela", quedaron en generaciones pasadas.
igualdad de género u oportunidades profesionales: "la mujer ha ocupado gran parte de su tiempo en estar fuera de su casa cumpliendo labores, que antes eran solo responsabilidad del hombre o padre de familia. Este
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Muchos de los alimentos y bebidas convencionales que consumen las familias de hoy, están altamente procesados, con agregados de conservantes, colorantes, saborizantes y aditivos, otros como las carnes blancas y rojas, con agregados de sueros y hormonas. En el caso de las frutas, verduras y legumbres tienen su plus de agrotóxicos o fueron genéticamente modificadas para resistir el daño de los plaguicidas químicos.
Todos estos agregados que facilitan a las empresas producir a gran escala, son perjudiciales para la salud. El consumo diario de estos productos, y dependiendo del organismo de cada ser humano, a largo plazo puede producir distintos tipos de enfermedades. Obesidad, diabetes, alergias, cáncer, son enfermedades que se han multiplicado en estas últimas décadas por nuestra alimentación y estilo de vida. Sin dejar de lado, el daño que los agroquímicos utilizado en los cultivos, producen en el medio ambiente y sus recursos naturales.
En contraposición a esto, el mercado orgánico y natural viene ganando terreno en el consumo familiar. El impacto positivo de estos productos, tanto saludables como ambientales, cuenta con una gran variedad de beneficios. Son una dieta segura, libre de químicos y pesticidas, conservan sus propiedades naturales, son más frescos y nutritivos, rescatan colores, texturas y sabores originales; su producción no provoca erosión de los suelos, elimina los monocultivos, promueve la biodiversidad, no contaminan el agua, suelo y aire, entre algunos ejemplos.
Esta tendencia dejó de ser una moda de excéntricos, para llegar a los hogares de la gente común, a las personas de tercera edad, a las madres que buscan un menú más acorde para sus hijos, y hasta a los comedores y kioscos de muchos colegios. La producción orgánica argentina creció notablemente en estos últimos años y no solo en el comercio exterior, del cual se exporta la mayal' parte de su producción, también en el mercado interno. Frutas, verduras, lácteos, bebidas, carnes, encurtidos, panificados, productos de almacén, son una nueva opción para aquellos que no solo buscan una alternativa saludable, si no también buscan volver a los sabores perdidos, a conectarse con lo natural, a las raíces de la alimentación tradicional, volver a la receta “de la abuela”.
Fuente: Revista Puebla (Año 5 / #43)